
Según el capítulo X del Libro II de la Guía de los Perplejos, el mundo sublunar está gobernado por las fuerzas que emanan de un mundo superior. Se puede admitir que cada uno de los cuatro elementos se encuentra bajo la influencia de una de las cuatro esferas principales, de manera que el agua estaría regida por la esfera de la luna, el fuego por la del sol, el aire por la de los otros cinco planetas, y la Tierra por la de las estrellas fijas. Igualmente hay cuatro causas del movimiento de las esferas. Alegorías de los cuatro grados de la escala de Jacob, de las cuatro legiones de ángeles de la tradición judía y de los cuatro carros de la visión de Zacarías. Queda establecido el universo cuaternario: cuatro elementos; cuatro esferas que los rigen; cuatro causas del movimiento de las cuatro esferas que rigen los cuatro elementos; Tres alegorías para ejemplificar estas relaciones. Para Maimónides el número cuatro es un principio natural.
Las cuatro causas de todo movimiento de las esferas serían: la figura de la esfera (su esfericidad), su alma, su intelecto por el que ella concibe y la inteligencia separada (objeto de su deseo). La explicación sería la siguiente: si la esfera no tuviera figura esférica, no sería posible que tuviera un movimiento circular y continuo. Pues la continuidad del movimiento siempre repetido sólo es posible en el movimiento circular. Pero sólo el ser animado, nos dice, puede moverse; es necesario entonces que exista un alma en la esfera. También es indispensable que haya alguna cosa que invite al movimiento (una concepción y el deseo de lo que ha sido concebido). Pero esto puede tener lugar únicamente por medio de un intelecto. Finalmente es necesario que exista un ser que haya sido concebido y que sea objeto del deseo. De las esferas descienden cuatro fuerzas hacia nosotros: la fuerza que hace nacer los minerales, la del alma vegetativa, la del alma vital y la del alma racional. Estas fuerzas son de dos especies: de hacer nacer todo lo que nace y de conservar la cosa nacida. Se alude al tetragrámaton; también a los cuatro niveles de interpretación del infinito significado del mundo divino.
Las cuatro causas de todo movimiento de las esferas serían: la figura de la esfera (su esfericidad), su alma, su intelecto por el que ella concibe y la inteligencia separada (objeto de su deseo). La explicación sería la siguiente: si la esfera no tuviera figura esférica, no sería posible que tuviera un movimiento circular y continuo. Pues la continuidad del movimiento siempre repetido sólo es posible en el movimiento circular. Pero sólo el ser animado, nos dice, puede moverse; es necesario entonces que exista un alma en la esfera. También es indispensable que haya alguna cosa que invite al movimiento (una concepción y el deseo de lo que ha sido concebido). Pero esto puede tener lugar únicamente por medio de un intelecto. Finalmente es necesario que exista un ser que haya sido concebido y que sea objeto del deseo. De las esferas descienden cuatro fuerzas hacia nosotros: la fuerza que hace nacer los minerales, la del alma vegetativa, la del alma vital y la del alma racional. Estas fuerzas son de dos especies: de hacer nacer todo lo que nace y de conservar la cosa nacida. Se alude al tetragrámaton; también a los cuatro niveles de interpretación del infinito significado del mundo divino.